
Lo primero que divisamos a través de las ventanas del cuarto al levantarnos fue la lujuriosa vegetación que surgía por todas partes y que parecía tragarse las edificaciones, ninguna superior a dos plantas, de aquella zona de la ciudad. Y una vez fuera lo precioso del hotel, con decoraciones imitando las labores de labra de los batak que estábamos a punto de descubrir. Y jaulas con pájaros mina. Uno de ellos colocado en el comedor hablaba, aunque como lo debía de hacer en indonesio o, peor aún, en la endiablada lengua que se hablara en esa zona, no entendimos ni jota. Café, el excelente café de Sumatra, y fruta, mucha fruta. En eso consistió el desayuno. Más tarde nos enteraríamos de que Perapat es una ciudad muy turística para los indonesios de pasta, los de Medan y los de las grandes ciudades de la vecina Java, que preferían esta orilla del lago en la que se extendía la ciudad a la de la isla de Samosir, y concretamente a la península de Tuk-Tuk que dejaban para el turismo occidental. Aquel hotel demostraba eso precisamente.
Una vez dejado el hotel y siguiendo las indicaciones del amable recepcionista tocado con el clásico gorro indonesio nos dirigimos al embarcadero de donde salían los transbordadores que unían Perapat con Samosir.
El lago Toba es un lago de cráter volcánico, el más grande del mundo, formado en el fondo de un volcán por acumulación de agua de lluvia. Tiene 100 kmts. de largo por 30 de ancho y en su centro emerge una isla de 40 kmts. de larga por 20 de ancha. En un punto de la parte norte de la isla surge una península en forma de hongo que tiene 1 km. de largo por medio de ancho, llamada península de Tuk-Tuk. En el borde de esa península se levantan prácticamente la totalidad de los establecimientos hoteleros y de restauración de la isla. Y a unos tres kilómetros del centro de la península, ya en el interior de la isla se encuentra la capital del pueblo batak, Ambarita.
Las aguas son cristalinas y reflejan continuamente las variaciones de los cielos ecuatoriales y de las escarpadas paredes volcánicas que contienen el cráter. En 1995 sólo había una moto de agua en uno de los hoteles y ya daba todo el porculo que podía rompiendo la quietud y la paz que se respira en el lugar. Por lo que me han contado, esas motos de agua se han multiplicado hoy día por varias cifras y lo normal es estar escuchando todo el día las evoluciones de varios imbéciles motorizados que no tienen ni idea de dónde están. Porque a diferencia de cualquier moto de tierra que vaya por la carretera que circunvala la península a 50 mts de la orilla, cuyo sonido apenas llega a ella, una moto de agua en el lago multiplica por diez su capacidad de hacer ruido por efecto del vacío laminar de la superficie y se escucha a kilómetros a la redonda. Pero entonces ya digo que en la orilla del lago, salvo las ocasionales pedorreteos de aquella primera moto, la paz y el silencio que reinaban eran absolutos.
Una vez desembarcados en el muelle de Tuk Tuk recorrimos la carretera a la que daban la entrada de todos los hoteles, mirando varios posibles alojamientos. Salvo tres o cuatro más lujosos, todos ofertaban las mismas sencillas cabañas estilo batak con mandi y cama de cemento con colchón encima. No recuerdo el nombre de la que elegimos, pero sí que la dueña se llamaba Christina y que, como contaré más adelante, resultó ser una portentosa jugadora de ajedrez.
Las cabañas estaban cerquísima del lago y tenían la forma de las casas batak sólo que en lugar del techo de hojas de palma lo tenía de hojalata. Más tarde descubriríamos que prácticamente todas las viviendas batak, excepto las más importantes, normalmente comunales, habían hecho la misma sustitución. No sé si la causa, aparte de la durabilidad y comodidad en su colocación, pudo estar en su posición entre cocoteros. Una noche de viento fuerte sentimos un tremendo golpe en el techo de la cabaña, que resultó ser un coco arrancado por el viento. Quienes hayan estado en lugares donde hay cocoteros podrán hacerse una idea de que tipo de objeto contundente y de qué peso cayendo de una altura de diez metros hablo. El interior era espartano. La estructura de cemento con su colchón encima y dos sillas de plástico, sin mesa, ni dentro ni fuera, alguna. El cuarto de baño, adosado al fondo de la cabaña consistía en un inodoro de raíz cúbica, un espejo en la pared y el consabido mandi.
Nos llovió casi cada día de los que estuvimos en el lago, casi cada día de los que estuvimos en Sumatra occidental y en Java y en Lombok… En fin, nos llovió casi cada día de todo el viaje. Habíamos calculado su preparación teniendo en cuenta las fechas en que se suponía que terminaba el monzón ese año. Y al monzón le dio por retrasarse y fuimos subidos en su húmeda cola hasta que regresamos a Malasia. Afortunadamente aquel monzón consistía en que a una hora más o menos fija entre a una y las dos de la tarde y a veces entrada la noche caía violentamente del cielo lo que no había en los escritos. Luego escampaba de repente, el agua del suelo era embebida en un pis pas, por drenaje y sobre todo por evaporación, y por fin lucía un sol esplendoroso.
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